jueves, 1 de septiembre de 2011

leyendas urbanas: coches y autobuses malditos

LEYENDAS URBANAS: EL COLECTIVO AL INFIERNO.

Una nueva leyenda urbana ha comenzado a propagarse entre los habitantes de la Capital y el conurbano: la existencia de un colectivo infernal. Numerosos testigos aseguran haberlo visto, y hasta hay quienes afirman haber sido pasajeros del siniestro vehículo.

Tras entrevistar a innumerables personas, algunos hechos parecen surgir como claros e indudables, mientras que la veracidad de otros detalles aparentemente varía según los diferentes testigos.

Todos están de acuerdo en que el colectivo infernal solo circula de noche, y más exactamente en noches sin luna. Debido a la ubicuidad de los avistajes, podemos asegurar que se lo puede encontrar en cualquier lugar de la Capital Federal o el conurbano bonaerense. Hay quienes afirman haber sido testigos presenciales del ascenso de algún incauto al vehículo por haber leído erróneamente en el cartel del transporte "Haedo", cuando en realidad el destino indicado era "Hades". El engendro aparentemente pertenece a una empresa conocida como "Transportes Arturo Denvale" que, como los lectores más avispados ya habrán advertido, no es otra cosa que un anagrama de su verdadero nombre: "Transportes Ruta del Averno".

Si bien no hay acuerdo sobre el color exterior del vehículo, que variaría camaleónicamente para mimetizarse con las líneas de colectivos de la zona donde circula, todos coinciden en que su interior es completamente rojo: paredes, asientos y hasta la iluminación interior. Sospechosamente, el conductor todavía corta boletos como era común en el pasado; según algunos testigos porque el vehículo no tiene máquina expendedora, o según otros, porque no funciona. Parece ser (y este hecho absolutamente increíble debería ser suficiente para inspirar sospechas a la víctima) que el chofer siempre tiene cambio, por grande que sea el billete que el pasajero le presente. Sobre el aspecto del conductor no hay acuerdo, comprendiendo la descripción del mismo según diferentes testigos adjetivos tales como: gordito, siniestro, morocho, cadavérico o vulgar. El colectivo nunca tiene otros pasajeros cuando la víctima lo aborda.

Otra característica en la que todos los testigos coinciden, es que el vehículo siempre tiene, independientemente de la temperatura exterior, sus cristales empañados en tal grado que no es posible ver por cuáles calles circula.

Tarde o temprano, el vehículo se desvía de la ruta programada y el pasajero lo advierte, interrogando al conductor, quien no le responde (nadie ha escuchado jamás la voz del chofer). Ante la insistencia del airado pasajero, el conductor finalmente detiene el vehículo para permitirle el descenso, o bien lo inmoviliza por medio de algún artilugio maléfico y sigue su camino.

Y aquí llegamos a un punto crucial de la leyenda: qué hace que un individuo escape, o se pierda para siempre?. Recopilando datos de los testigos, los cabalistas que estudian el fenómeno están seguros de que la salvación o perdición del alma del pasajero dependen de la cifra que aparece en su boleto.

En efecto, aseguran estos doctos que solo son condenados los desdichados cuyos boletos tienen, entre sus cinco cifras, al menos tres veces el fatídico número seis, o aquellos en los cuales la suma de los cinco dígitos da dieciocho (6+6+6). Así, boletos con números tales como 62566, o 43209, serían pasajes seguros al infierno. Aseveran, además, que si el boleto es capicúa con sus dígitos sumando dieciocho (por ejemplo el número 18081), o es el fatídico 66666, el destino que les aguarda es especialmente cruel. A estos últimos números los denominan cifras nefastas. Algunos físicos teóricos han especulado que la explicación está relacionada con las condiciones iniciales del Universo en los primeros instantes después del Big Bang, pero todavía no hay acuerdo al respecto.

Lo que sí se sabe, es que los que tienen la mala suerte de sacar uno de los números antedichos, desaparecen sin dejar rastros.

Aparentemente, las almas atrapadas son condenadas a morar por toda la eternidad en el submundo, alimentando las hogueras infernales con carbón, por una paga equivalente a un salario mínimo. Los desafortunados poseedores de cifras nefastas correrían igual suerte, pero sin cobrar salario familiar y sin derecho a vacaciones pagas.

Lo cierto es que, por improbable que la existencia del colectivo infernal parezca, en las noches sin luna se recomienda viajar en taxi, por las dudas.

 

 

 

 

 El taxi de la muerte de Chacarita

Por las calles del barrio de la Chacarita hay quienes dicen que en lo alrededores del cementerio de aquel lugar hay un taxi, pero uno muy particular: esta taxi sólo recoge gente que salga del cementerio de la Chacarita para converitrlas en cadáveres luego de que visitan las tumbas de sus seres queridos.

En 1978 un periódico de barrio ya desaparecido (Todo Real), publicó una noticia donde afirmaba que un hombre encontró una señora, muerta, sobre la lápida de su madre. Los médicos afirmaban que la mujer tenía una depresión profunda causada por el fallecimiento de algún ser querido, en este caso su mamá, pero sin embargo, ciertos dichos de vecinos que hacen referencia a un mito barrial hacen dudar sobre lo que realmente le pasó a la víctima, identificada como Felipa N. Hosperttato.

La leyenda cuenta que la mujer en cuestión estaba cansada y no quería caminar las cuadras que la separaban de la parada del colectivo, decidió tomar un taxi. Enseguida divisó uno que venía, lo paró, se subió. Le indicó al chofer la dirección y se sumergió en recuerdos de cuando su madre estaba viva, esto le impidió distinguir la palidez del conductor o el lentísimo cabeceo con que respondió al escuchar la dirección.
De repente comenzó a sentir un frío, un frío que nunca antes había sentido, estaba todo demasiado helado. Quiso cerrar la ventanilla y estaba cerrada. Fue entonces cuando prestó atención a ciertos rasgos físicos de quien iba al volante. Le quiso hablar pero se quedó sin palabras al ver las manos flacas, con la piel casi pegada a los huesos, prácticamente blancas del chofer. Cuando quiso verle la cara a través del espejo delantero, no pudo, pues estaba acomodado de tal manera que sólo se veía el asiento vacío al lado del taxista.
Entonces le habló: "perdón", no obtuvo respuesta, insistió y el hombre continúo mudo. Cuando levantó su mano para tocar el hombro del conductor se asustó: la propia mano de Felipa era la de un muerto, era igual a la del taxista, pálida, flaca. Comprobó que su otra mano era igual. Pegó un grito cuando vio reflejado en el cristal lo que parecía el rostro del cadáver de una mujer y más cuando constató que ésa era su imagen. Al intentar llorar, no pudo.
Luego de esto el taxi paró y Felipa vio que habían terminado en el mismo lugar donde comenzaron: el cementerio de la Chacarita. No le preguntó al extraño hombre el porqué de la parada, voces desde el interior, de entre las lápidas la llamaban porque ella ya era una más de ellos, de los muertos.

Hay taxistas que hablan sobre un "rarito" que nunca se baja a juntarse con la muchachada, ni a comer algo sale del taxi. También la patente es escalofriante: RIP 666. Rip: tumba y 666 el número con que se lo identifica al diablo.

También un hombre asegura haberse salvado al ver a su padre muerto en una bicicleta, hecho que lo devolvió a la realidad, prestó atención al conductor y se tiró. Este hombre afirma que el misterioso hombre lo miraba siempre después de este suceso. Una semana más tarde de brindar el testiminio, dicho señor murió.

No se sabe a ciencia cierta si esto es verdad o mentira, tal vez nunca lo sepamos, pero por las dudas, cuídense si andan por el la zona del cementerio de la Chacarita.

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